Muchos músicos alcanzaron el éxito en la década de los sesenta gracias a géneros que les facilitaban expresar una creatividad desbordante tanto lírica como musicalmente. Otros tantos fueron reivindicados tiempo después. Pero eso no pasó con Bobby Jameson, cantautor de folk de los 60’s, promocionado como el “artista más grande del siglo” por un manager bastante despiadado. Logró apenas vender unas copias de su disco debut, haciendo trizas el ego de Jameson que acabó por hundirse en el alcohol e intentos de suicidio para finalmente ser internado en un psiquiátrico.

Pero décadas después, ya rehabilitado, esa reivindicación para Jameson vino al escribir sus memorias en un blog antes de morir.

Esta penosa vida sirvió de inspiración para Ariel Pink. No se sabe hasta qué punto el músico californiano se identificó pues a diferencia de Jameson, Pink ha tenido un éxito considerable pasando del lo-fi de sus inicios a firmar con un sello tan famoso como 4AD, editar con ellos unos interesantes álbumes pop y colaborando lo mismo con cantantes mainstream como Miley Cyrus, Sky Ferreira y Charlie XCX.

En 2018, una vez terminado su contrato con 4AD y con el giro dado por la historia de Jameson, vuelve a sus inicios lo-fi con uno de los mejores álbumes editados en el 2017, “Dedicated to Bobby Jameson“.

Abriendo el disco nos encontramos con la tenebrosa, gótica pero divertida “Time to meet your God”, quizás la ascensión de Jameson a los cielos según Pink, con cierto aire kraut y una producción poco pulida que nos remite al mejor lo-fi del que ya Ariel se había olvidado.

Pero lejos de centrarse en ese sonido lo-fi, el disco navega entre varios géneros, algunos mejor logrados que otros, como en la psicodélica canción que titula al disco, deudora del “Light my fire” de The Doors, y en menor medida en una joyita pop llamada “Another weekend” así como en la dulce “Do yourself a favor”.

El synthpop rasposo también sigue presente como en “Santa is in the closet”, o los coqueteos con el post punk en “Revenge of the iceman” y el shoegaze en la gran “Time to live” o incluso, con el garage y el surf en “Bubblegum dreams”, ahí radica el gancho a del trabajo de Ariel Pink: No se pone uniformes y prefiere ir poniéndose y quitándose lo que va encontrando por el camino.

Las letras nunca han sido su fuerte pero mantiene cierta coherencia sobre Jameson y lo que se supone fue su vida: amor, desilusión, fracaso, desesperación y locura, que gracias a lo musical adquieren un aura a ratos siniestra, energética y hasta melancólica con su fusión de géneros.

A pesar de que la secuencia de las canciones no es la mejor, es un disco que se disfruta de principio a fin y que hace que esperemos en futuras grabaciones se mantenga fiel a este estilo.

Y si, queremos creer que Jameson debe estar muy orgulloso de lo que Ariel Pink le ha dedicado.

Fotos vía: Stereogum y undertheradar.co.nz