El sello DFA records ha sido referente de la escena electrónica del nuevo milenio, gracias a la iniciativa de Tim Goldsworthy, ex integrante de UNKLE y el DJ James Murphy, lanzando trabajos de grupos como LCD Soundsystem, The Rapture y The Juan McLean bajo la etiqueta de dance punk, que según su definición, intenta mezclar bases de música bailable con melodías agresivas y directas.

En los últimos años, este género quedó obsoleto para dar paso a otras que, más que propuestas, saben a recalentado principalmente del dance que se hacía en los noventas. Pero aun DFA Records tiene interesantes propuestas recién lanzadas como la del grupo Factory floor.

Originarios de un suburbio industrial de Inglaterra, el proyecto formado por Gabriel Gurnsey, Dominic Butler a quienes más tarde se uniría Nik Colk, encajan en la propuesta de la disquera pero con un toque de frescura gracias a la influencia de grupos como Throbbling Gistle y Joy Division.

Factory floor no es precisamente un nuevo talento, se formaron en el 2005, han ido editando Extended plays y sencillos por casi 8 años, y es hasta el 2013 que lanzan su primer disco, donde revisitan el material previamente hecho y dándole más cohesión a su sonido.

El álbum titulado como el grupo, ya de por si un guiño a Factory records, la mítica disquera que cobijaba en la década de los setenta a grandes del post punk, nos presenta canciones que se desenvuelven entre ese género y el dance, pero que discretamente añaden y deslizan atractivos beats industriales.

Para muestra la canción que abre el disco, donde la siniestra y aletargada voz de Cork suena ahogada en distorsiones dándonos la bienvenida con un “Where is a good place to start?”, definitivamente toda una declaración de principios de lo que nos propone el grupo.

En “Here again” bajan un poco la velocidad, a ratos parecieran haber robado los beats a Kraftwerk bajo los influjos del vicodin, un asfixiante e hipnótico resultado.

A pesar de lo excesivamente largas que pueden parecer las canciones (todas sobre los 6 minutos), Factory Floorson suficientemente listos para dejar caer interludios (One, Two equals four, Three) donde sintetizadores atmosféricos sirven de puente dando espacio para desintoxicarse de sentencias repetidas a modo de mantras.

El gran corte del disco, “Fall back”, aparece con una Cork retando al escucha “Did it feel like you were going to fall on the ground?”, arropada de percusiones a lo Joy Division que dan paso a unos beats hacia la mitad de la canción que desembocan en algo sumamente techno.

 

 

Es interesante la larga sombra que tiene hasta nuestros días el trabajo realizado por Ian Curtis y compañía, así en la canción “How you say”, suenan a una versión tropicalizada de ellos, quizá influidos en algún momento por el remix que les hiciera Stephen Morris, miembro de New Order y del grupo en cuestión, a uno de sus sencillos previos a este disco.

Cuando llega “Two different ways” sin más preámbulo muestran su lado electro, haciendo este corte quizá el más cercano a lo que fue el dance de principios de la década pasada y el que se identifica más, si se pudiera llamar así, al sonido de DFA records.

 

 

Los dos últimos tracks parecieran innecesarios pero no se les puede echar en cara falta de calidad, sobre todo en “Breath In” que parece un mensaje intencionado de despedida después de perder el aliento a lo largo de los 54 minutos.

Para quienes hemos visto lo que son capaces de hacer en vivo, quizá precisamente en la búsqueda de esa cohesión entre los temas del disco han dejado un poco esos detalles siniestros y obscuros que los diferencian del resto de sus compañeros de sello, pero eso no le resta reconocimiento a su talento, después de todo, el álbum no es mas que un punto de vista sobre un grupo que existe en un proceso perpetuo de flujo y que bien vale la pena seguir.

 

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